lunes, 26 de noviembre de 2007

No hay que prestar los libros

No hay que prestar los libros

A esos desgraciados libidinosos
Que te llenan de fantasías
Ajenas
En un momento tan cóncavo y convexo
En que logras conectarte con el medio
De la hoja
Les encanta que les toquen
La puntita de abajo
Y con una sutil caricia
Los den vuelta en busca de más
Por eso
Es que viven en la promiscuidad
Del periodo refractario
Esperando en una esquina
Para que los toquen nuevamente
Y empezar así
Su farsa preferida
Quizás única.
Con unos ojos desorbitados enfrente
Que se entregan al placer que les provoca
Hasta que terminan con el
Tocándolo suavemente
En la puntita de abajo
Pero como todos los buenos amantes
No tiene memoria
No vuelven nunca solos
Y la envidia
Y la codicia que provocan
No les impide abandonar a su nueva victima
Pero sin volver a la anterior
Que se agoto de ellos.

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